7 mar 2017

CADA VEZ UNA SOCIEDAD MÁS AUTOMATIZADA

Conforme aumenta la dependencia de la tecnología, también lo hace el peligro de que un colapso, incluso breve, tenga consecuencias graves. “Ahora miramos nuestra cuenta bancaria en el teléfono, el médico nos puede mandar las analíticas por email. Para buscar una casa, para encontrar un trabajo... Toda la vida empieza a estar centrada en el teléfono", enumera Chinchilla. "En diez años, la dependencia tecnológica será aún mayor”.
No solo el usuario de a pie depende cada día más de los dispositivos tecnológicos: el funcionamiento de una ciudad o de un país también se apoya cada vez más en la tecnología. “Esto significa que un apagón puede ser una catástrofe”, relata
Por eso es tan importante su trabajo, ya que contribuye al desarrollo de herramientas y recursos para mejorar las predicciones relativas al Sol. También a la creación de modelos teóricos que describan la naturaleza de las emisiones de la estrella.

“Si tenemos un evento solar extremo puede ocurrir una catástrofe y repercutir en la vida de muchas personas", insiste. "También puede afectar a la seguridad de un país, a las comunicaciones, a los aviones… Toda esta infrastructura se puede venir abajo cuando un satélite no hace una conexión correcta”.
De una punta a otra del globo, los gobiernos, cada vez más conscientes de esta problemática, se han ido preparando durante los últimos años. En España, Red Eléctrica  cuenta con protocolos de actuación ante tormentas solares peligrosas. Recientemente, el presidente Obama firmaba una orden ejecutiva para organizar y coordinar a las agencias federales frente a los posibles efectos adversos de la actividad solar.
“El objetivo es desarrollar un plan estratégico para entender cuál es el riesgo real al que nos enfrentamos, cómo predecir esta actividad y cómo mitigar sus efectos en la sociedad”, explica la experta. “Lo que tiene que hacer un país es concienciarse y prepararse para lo que pueda ocurrir en los próximos años”.
Aunque ya se mandan alertas acerca de la actividad solar, de momento solo las reciben las compañías más directamente afectadas y las agencias espaciales. “Por ejemplo, empresas cuya actividad productiva está basada en la telecomunicación, en navegación por GPS, las empresas aéreas que determinan la ruta de aviones evitando zonas de alta actividad geomagnética o gobiernos cuya seguridad nacional recae en satélites”, detalla la experta.
A pesar de estas medidas y de los estudios que se llevan a cabo, todavía queda mucho por hacer. Según Nieves Chinchilla, no solo las compañías y aquellos que establecen los protocolos deben interesarse por la actividad solar, sino que cada país debe impulsar la investigación al respecto y tratar de entender cómo nuestra estrella puede afectar al planeta.
“Me parece importante no preocuparse, pero sí ocuparse”, recuerda una vez más Teresa. Con el espacio como laboratorio y trabajando con montañas de datos, modelos y mediciones, ella seguirá investigando el Sol para que nuestra tecnología se mantenga a salvo.

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